[RP] Fragmentos y sinsabores

¡Queridos amigos! ¿Qué he hecho? Una vez más —una vez de más—, ¿qué he hecho? ¿Acaso no tengo descanso? Ya me conocéis, o tal vez no, en cuyo caso, es mi deber recordároslo, pues es lo único de lo que ahora mismo soy plenamente consciente: me falla la memoria. ¡Qué ironía! Yo que soy mago y me entretengo dedicándome a hacer algún que otro truco de magia en detrimento o para regocijo ajeno.

Ayer todo fueron fracasos y derrota. ¿Ayer solo…? ¡Por los Doce, qué aventura! Entre estudio y casualidad, desarrollé un hechizo hace ya unos añitos. Un milagroso encantamiento que me desilusionó desde el momento en que comprendí el contenido de aquel maleficio. Tuve que esconderlo de todas las miradas, pues, en las manos equivocadas, seguramente habría causado mucho dolor… Pero el orgullo me llevó a conservar cierto rastro, apuntes, un grimorio, para ser exactos, porque aquel hallazgo, peligroso donde los haya, no por ello debía caer en el olvido para siempre jamás.

Pero conmigo eso no es fácil, ¡porque no paro de olvidar dónde lo dejé! Por eso siempre llevo encima un pergamino que me ayuda a recordar esto… Con la salvedad de que este lo acabo de extraviar…

Ojalá supiera cómo y por qué me vi en esos pantanos nauseabundos llevando, como es costumbre en mí, mi preciado pergamino. ¿Cuál sería mi intención, utilizarlo o deshacerme de él? Si es esto, ¡sí que voy bien! Pero me embargan los remordimientos… Cuando cierro los ojos e intento retroceder en el tiempo, veo nubes blancas… ¡no! ¡Boos! ¡Pilluelos!

¿A saber adónde iba yo tan decidido cuando uno de estos espíritus se propuso alegrarme el día? Y es que se puso a hacer de mimo. A ver que recuerde… creo… que lo que hizo sobre todo fue soplar en el barro para imitar un sonido de flatulencia y luego se puso a hacer otro personaje y se inclinó sobre el lodo para simular su desconcierto ante semejante grosería. ¡Tal era su expresión, y su sentido de la interpretación y del ritmo eran tan agudos que al final me hizo tanta gracia que me tronché de risa, como decía mi bisabuela! Fue un momento de distracción en el que debió de caérseme el pergamino… No me di cuenta hasta después y, cuando volví sobre mis pasos, ¡vi que había otro boo ahí mascándolo!

«¡Suelta, boo del demonio!», le ordené, pero este se puso a lloriquear. Me partió el alma a mí y, sobre todo, a su amigo, que tanta gracia me había hecho unos minutos antes. De manera que este se dispuso a mascarme a mí esta vez. Lo confieso: ¡hui! ¡Qué cobarde soy!

Corrí como si tuviera 120 años. Cuando ya me quedé sin aire, levanté la cabeza para intentar saber dónde estaba. Mis pasos me habían llevado cerca de la taberna de Astrub. ¡Y entré allí sin dudarlo! Por una vez iba a hacer todo lo posible para olvidar… Encontré el hombro de un compañero de barba roja en el que desahogarme. No entendía todo lo que me decía, pero me dio una idea: ¡tal vez podría recuperar mi pergamino si utilizaba unos guantes de alquimista para vencer a los boos! Tienen el don, si se da el golpe en el lugar adecuado, de revolver el estómago de quien lo recibe… ¡hasta el punto de devolver!

¡Tengo que apuntármelo antes de que se me olvide!
… Y acordarme de que lo he apuntado… ¡y de dónde lo he apuntado!