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El guardia real estaba haciendo su ronda diaria pensando en las palabras de su rey. "¡Este es un gran día para Amakna! ¡Estoy orgulloso de vosotros, soldados!

El guardia real estaba haciendo su ronda diaria pensando en las palabras de su rey. "¡Este es un gran día para Amakna! ¡Estoy orgulloso de vosotros, soldados! ¡Vamos a poder domesticar esos bichos y utilizarlos como monturas! ¡Dentro de poco los aventureros se precipitarán a nuestras puertas para admirar los acaballaderos de Amakna!" El guardia se detuvo junto a la muralla Sur. Algunos leñadores y campesinos estaban entretenidos con sus tareas y con los últimos preparativos antes de que el castillo abriera sus puertas. En el horizonte, la silueta de las Montañas de Koalak se recortaba en el cielo matinal. Sumido en sus pensamientos, el guardia no pudo evitar rememorar lo sucedido durante la expedición a aquellas Montañas, en busca de esa famosa magia. Allá las criaturas tenían el pelaje suave y los dientes duros. De noche, oía lúgubres llantos y algunos de sus hermanos de armas afirmaban haber visto el abominable hombre de las rocas… ¡Sólo los dioses saben lo que todavía se esconde en esas Montañas!