Cuando eres un bárbaro con un humor de wauwaus, hay que saber enseñar los dientes para que te respeten. Con la mirada feroz, el pelo lustroso y la trufa húmeda: así es como el uginak pasa las pruebas y supera la adversidad. Acosar a tus presas sin descanso, dejar que explote tu rabia para aplastar a tus enemigos, verlos morir ante ti y escuchar los maullidos aterrados de sus miaumiaus… ¡Eso sí que es vida!